PLACA PLACA


Lleva de cabeza, en muchas ocasiones, la redacción, confección y colocación de las placas. Sobre todo las de inauguración y las de conmemoración. Hay pensar que y valorar muchas cosas, quien debe figurar en ellas, qué debe figurar, dónde se coloca, quien la descubre y por qué se descubre.
Las placas se colocan en lugares visibles, donde el público pueda leerlas, no solo el día de la inauguración, también con el paso de los años y poder saber qué obra es y para qué sirve: Vial de la AP-7 que une X con la Y.  Quién mandaba cuando se inauguró: Siendo Alcalde / Presidente / Conseller…. y sobre todo en qué fecha.

Si las placas están concebidas para ser leídas (que es lo útil), ¿Cómo son capaces de colocarlas (los responsables de actos) en sitios donde no se puede leer como por ejemplo en mitad de una autovía? 

La respuesta por parte de ellos es: porque como el acto lo hacemos en mitad de la autovía utilizamos ese recurso: COLOCAR UNA PLACA: Mal; o mejor dicho poco eficaz.

¿Existe otro recurso? ¡¡SI!!: LOS CORTES DE CINTA. O descubrir el escudo EN GRANDE (que lo distingas y reconozcas a 120 Km/h.) de la institución o instituciones que hayan pagado esa obra. 



Luego también hay otro tipo de placas, esas que se entregan en homenajes de y como agradecimientos a.


Esta placa se colocó en una palmera del Parque Municipal de Elche en homenaje a un palmerero que falleció mientras realizaba su trabajo.  Fue su hijo, también palmerero, quien subió a colocarla. El texto sencillo y emotivo: 
El Ayuntamiento de Elche
a D. Antonio Juan Limorte
"de las palmeras al cielo"

Pero hoy quiero contaros la anécdota, que demuestra el recorrido que lleva la aprobación, por parte de un superior, el texto de una placa.

Pedro Muñoz Seca vivía en Madrid, en una finca de la calle de Velázquez, y que con pocos días de diferencia fallecieron los porteros de dicha finca, una venerable pareja de ancianos, querida y respetada por todos. Fueron enterrados juntos, y uno de sus hijos, le pidió a Muñoz Seca que le escribiera un epitafio para sus padres y este, cumplió el encargo y le escribió el siguiente verso: 

Fue tan grande su bondad, 
tal su generosidad 
y la virtud de los dos, 
que están con seguridad 
en el Cielo, junto a Dios. 


Corría 192(pico) y en aquella época era preceptivo que la Curia diocesana aprobara el texto de los epitafios que adornaban los enterramientos, así que D. Pedro recibió una carta del Obispado de Madrid para que modificara el verso, “puesto que nadie, ni siquiera el Obispo, podían afirmar, de un modo tan categórico, que unos fieles hubieran ascendido al cielo sin más”.

Muñoz Seca, entonces, rectificó. Rehízo el verso y lo remitió a la Curia del modo siguiente:

Fueron muy juntos los dos, 
el uno del otro en pos 
donde siempre va el que muere... 
pero no están junto a Dios, 
porque el Obispo no quiere. 


El Obispo se enfadó y envió un escrito a Muñoz Seca: "Ni yo ni ningún otro representante de la Santa Iglesia, intervenimos para nada en el destino de los difuntos, por tratarse de un misterio inescrutable, que ni usted, a pesar de su buena voluntad, ni nosotros estamos capacitados para aclarar". 

Muñoz Seca volvió a rectificar y escribió el epitafio definitivo:

Flotando sus almas van 
por el éter débilmente, 
sin saber qué es lo que harán, 
porque desgraciadamente 
ni Dios sabe donde están. 

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